Las otitis serosas pueden ocasionar pérdida de audición y alteraciones en el oído medio y tímpano. Generalmente tienen importancia cuando persisten más de 3 meses. Por ello es conveniente revisar los oídos incluso cuando el paciente esté bien, ya que así podemos constatar de que es un cuadro intermitente (y por tanto no persistente). El médico especialista establecerá el calendario de revisiones (suelen ser tres por año aproximadamente).

Una amigdalotomía es la extirpación parcial del tejido amigdalar. Se realiza con bisturí armónico o con láser de CO2. Está indicada en pacientes con hipertrofia amigdalar obstructiva con problemas respiratorios, siempre y cuando no exista amigdalitis (infecciones de amigdalas) de repetición, en cuyo caso es necesario extirpar completamente las amígdalas (amigdalectomía).

Una parálisis de la cara es un síntoma de una alteración del nervio facial, pero no una enfermedad en sí misma. Los movimientos anormales y las parálisis de la cara se deben a infecciones, lesiones o, rara vez, tumores, por lo que es importante que su médico determine la causa. Las alteraciones del nervio facial pueden ocasionar tics, debilidad o parálisis de la cara, además de sequedad ocular o de la boca y alteraciones del sentido del gusto. El otorrinolaringólogo es uno de los médicos con formación y experiencia para tratar las alteraciones del nervio facial.

La denominada faringitis crónica es en realidad un cuadro clínico relacionado con enfermedades irritativas de la faringe. El agente causal que está implicado con más frecuencia es el reflujo gastroesofágico, pero también hay que considerar el tabaquismo, los irritantes en el entorno laboral, productos de peluquería, insecticidas y algunos productos como barnices para madera, entre otros. Ante molestias en la faringe que duran mas de 10 días, es necesario hacer una adecuada exploración por el especialista.

La acumulación de moco en el oído medio también se conoce como otitis seromucosa. Se produce como consecuencia de un mal funcionamiento de la trompa de Eustaquio, que es el conducto que conecta el oído medio con la parte posterior de la nariz (nasofaringe) y que se encarga de ventilarlo. Si hay una mala ventilación del oído medio, se genera una presión negativa en el mismo que podría provocar una retracción o hundimiento del tímpano y de los huesecillos del oído. Para evitar esto, la mucosa del oído se transforma para secretar moco, que rellena el oído medio y así compensa la presión negativa de su interior. Con ello, la mayoría de las veces se evita el hundimiento del tímpano, pero la acumulación de moco produce una pérdida auditiva reversible, especialmente si el paciente está bajo vigilancia del especialista.